lunes, 28 de febrero de 2011

Todo México es territorio Slim III o Uy qué miedo

Durante mi estancia laboral en la bodega de Mix Up del Centro Comercial Santa Fe, debo admitir que me fue bien, me encontraba rodeado de música, en particular de rock, jazz latino y salsa. El ambiente dentro de la bodega era cómodo y cordial. Había un jefe de almacén que nos coordinaba y era quien autorizaba la compra y venta de los discos, cada uno tenía una función especifica como controlar el tráfico de discos: la entrada y salida de las mercancías, así como llevar en cifras las ventas ya fueran altas o bajas. Claramente, los discos menos vendidos eran sacados poco a poco de los anaqueles de la tienda hasta llegar al paso de la devolución del disco a la casa productora correspondiente.
El almacén era algo así como la mafia dentro de la tienda, es decir que teníamos un cierto "privilegio", pues al tener acceso a los pedidos y contacto con los promotores de las disqueras, conseguíamos relaciones que, por ejemplo, los cajeros o vendedores no tenían, aunque muchos de ellos habían pasado por los distintos puestos dentro de la bodega y de forma constante yo escuchaba su inquietud por regresar al almacén. El privilegio al que me refiero es que se podía "adquirir" un disco o varios álbumes, si así se lo hacías saber al Piporro, quien era el jefe del almacén. Consistía que, al pedírselo, él hacia unos cuantos movimientos en la computadora (para cambiar las cifras de entrada y salida de los discos).
Después, en una charla durante un almuerzo, me enteré de que el Piporro llevaba años trabajando en Mix Up y que la tienda de Santa Fé era como la quinta en la que trabajaba; debido a sus acumulados años trabajando en esa empresa conocía ya a una gran cantidad de promotores de la distintas casas disqueras, así como a los jefes de éstos. Así, si el Piporro quería discos, los conseguía a veces sin ningún costo o a un precio muy bajo y si por ejemplo: un promotor de Warner Brothers Music, le pedía algún álbum de colección de Sony Music, el Piporro se lo conseguía a favor de que le diera algo a cambio para el promotor de la otra disquera. Todo esto, por supuesto, a espaldas de Mix Up.
Bueno, eso era con respecto a lo administrativo y qué pasaba con la vigilancia: pues uno como empleado no podía salir con ningún disco en la mano o en la mochila, pues había una revisión exhaustiva de cajón; así que los discos que se elegían se tiraban a la basura, hasta el fondo en una bolsa negra y el asignado de tirar la basura (siempre del almacén) se encargaba de sacar el material antes de llegar a los contenedores del sótano del centro comercial. Como yo era nuevo, sólo pude llevarme un disco de Queen, un disco de Elvis, otro de Red Hot Chilli Peppers y uno más de Dream Theater que hoy en día no sé dónde quedaron... ¿karma?, en fin. También había gente de seguridad que estaban involucrados, más los encargados de las cámaras que eran buenos cuates del Piporro; éste vaya que sabía cómo mantener a sus "amistades" contentas y tranquilas.
Recuerdo que llegué un viernes muy animado a trabajar, debido a que sólo faltaba un día para que fueran publicados los resultados de ingreso a la UNAM (Letras Modernas Italianas). Ese mismo día llegó la jefa o encargada de la tiendas de música que en ese centro comercial había, las cuales eran Mix Up y No Problem, esta última ya no existe. Recuerdo que en mi recién ingreso a la tienda, varios compañeros del almacén y el mismo Piporro, me habían comentado sobre ella y de sus distintos apodos: "Godzila", "La come asfalto" y la "Tronchatoro", debido a su gran parecido con aquel personaje de la película Matilda. Esa tarde, regresé de comer, llegué a mi lugar y comencé a etiquetar los nuevos discos que habían llegado, lo usual. Mientras hacía mi trabajo, vi cómo un empleado de piso (vendedor), entraba por la puerta y se dirigía hacia el Piporro, quien estaba sentado, revisando algunas hojas. Sin dejar de realizar mis trabajo, vi cómo el empleadillo que acababa de entrar, platicaba al oído con el Piporro, mas no escuché lo que hablaban, no pude oír su plática, pues dentro del almacén se podía escuchar música diferente a la que se tocaba en la tienda, debido a que nuestras bocinas no estaban conectadas con el sonido del piso de venta, eran aparte. A la distancia, intuí que el vendedorsillo hablaba de mí, desde luego me hice el desentendido, pero sabía que se trataba de mí y en efecto, así ocurrió.
El vendedor salió y pasando unos 10 minutos, el Piporro me mandó llamar, explicándome que a partir del día siguiente tendría que estar en el área de cajas, cuando yo nunca tomé capacitación de cómo utilizar una máquina cobradora. Por supuesto que la noticia me sorprendió y el Piporro mencionó que eran órdenes de la jefa, pues al ver que yo a casi tres meses de haber entrado, quería conocerme. No tuve más remedio que aceptar, pues el Piporro me aseguró que esto sólo era temporal.
Al otro día llegué a la tienda y olvidé mi nuevo puesto dentro del complejo, así que los mismos del almacén me lo recordaron, haciendo bromas. Me dirigí al área de cajas y saludé a los compañeros; noté un ambiente hostil, pero no hizo mella en mí. Antes de que abrieran la tienda me acerqué a uno de los cajeros (al que vi con jeta más amigable), para que me explicara el funcionamiento de la caja, pues la verdad no sabia cómo se manejaba ni había puesto atención, durante la capacitación. Me explicó a grandes rasgos y cuando clientes se acercaban a mi caja, él me auxiliaba.
Alrededor de las 12:50 del medio día llegó la jefa de la tienda, sí, la "Tronchatoro". Al momento que entró, de inmediato me identificó y por supuesto yo a ella. El asco que olíamos el uno al otro era evidente. Desde la primera mirada que cruzamos, sabía que el día en la tienda sería un calvario. Al llegar, saludó a sus empleados (cajeros), saltándome; mientras lo hacía pude observar su gran nariz judía. Mi instinto fue echarme para atrás, estoy seguro que se dio cuenta de mi repudio, cuando pasó en frente de mí. (...continuará)

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